Tuesday, August 01, 2006

Capitulo 8

Capítulo 8

André me llevó a un almacén en la parte de atrás del local. Me sentó en una silla y me ató. Yo no opuse ninguna resistencia, no quería ganarme otra caricia. Luego, entraron Julián y el pijo. André se acercó a un armario y sacó un maletín de médico, el armario parecía una taquilla, me hizo gracia pensar en ese hombre enorme entrando a trabajar con ese maletín que en sus manos parecía una cartera y cambiándose delante de la mini taquilla. Luego lo puso sobre una mesa cercana y miró a Julián asintiendo. Parecía como si lo hubieran ensayado mil veces, porque, sinceramente, no creo que lo hubieran hecho nunca de verdad. Después de toda esta especie de presentación empezaba la perorata de Julián. Parecía sacado de una película de espías. La verdad es que yo estaba acojonado pero tenía que mantener la calma. Sabía que Julián no iba mencionar la verdadera razón por la que yo estaba allí sentado. Por supuesto no le convenía que el pijo supiera que sin su gigante se cagaba en los pantalones.

- Habrás observado que André no parece de aquí.

- Pensaba que no sabia hablar- dije con poca fortuna intentado romper la concentración de Julián.

- André es un a joya que trajo mi tío de Bielorrusia. Aunque no lo parezca no se ha dedicado siempre a este tipo de negocios. De hecho es licenciado,… - expectación barata- licenciado en dentista…

- ¿Odontología?- señalo en pijo sonriéndome cómplice. Ya podía partirse el culo el muy hijo de puta, para mi aquello no era precisamente una buena noticia.

- Si,… eso- dijo Julián con cierto desdén.- André te sacara una muela por cada retraso, en el pago de tus mensualidades.

Al pijo se le cayó de golpe la sonrisa de estúpido. Tenía que hacer algo para evitar convertirme en el conejillo de indias de los pseudo experimentos comerciales de Julián.

- ¿Puedo tomar una copa antes? Para el dolor, ya sabes.- dije buscando la excusa mas absurda que seguramente pasó por mi cabeza.

- No digas tonterías. Venga André, no tenemos todo el día.

Creo que lo que mas me aterrorizaba de la situación era la cara del pijo. No se lo que él sabía o creía. Yo, simplemente rezaba por que todo aquello fuera solo un farol. André empezaba a sacar material quirúrgico del maletín mientras yo empezaba a buscar algo que pasara por mi cabeza que pudiera ser útil. Entonces apareció.

- André, por favor, acuérdate del juramento hipocrático.

El cabronazo empezó a reírse, Julián se quedo mirándonos con cara de no entender nada. Y el pijo que no podía mirar siquiera.

- Jajaja, no es la primera vez. Además, igual tenemos suerte y encontrarnos una muela picada.- pareció decir en una especie de español difícil de entender. El gigante parecía saber bien lo que se hacía.

Intentando crear algún tipo de vínculo afectivo con el mastodonte torturador, le grité pidiéndole que me diera algo de novocaína. Esta vez el que se rió fue Julián, conocía bien su negocio. André tuvo el detalle de anestesiarme con un bofetón, después de que yo le mordiera el dedo. Sacó una especie de pinza para mantener mi boca abierta, me resistí lo justo, no sirvió de nada así que desistí. Luego sacó unos alicates bastante feos. No tuvo ningún pudor en enseñármelos, incluso tubo el detalle jugar con ellos abriéndolos y cerrándolos. El solo recuerdo del sonido metálico al golpear me da dolor de cabeza,… y de muelas. Por detrás de la cabeza de André podía ver la cara sonriente y satisfecha de Julián. Me imagino lo feliz que se debía sentir en ese momento su diminuto cerebro.

Cuando las pinzas entraron en mi boca chocaron contra algunos dientes. La sensación me produjo una arcado seca. No creo que seamos siempre conscientes de que no estamos compuestos solo por carne. Las encías empezaron a sangrarme, podía sentir el sabor de la sangre. Una lágrima cayó por mi mejilla. Estaba tan asustado que ni siquiera podía sentir el dolor de la encía. Los alicates atenazaron una de mis muelas. Era como si aquello pasara a ser una prolongación de mi cuerpo. Empezó a retorcer los alicates aflojando la muela. El dolor era insoportable y me desmaye.

Tuesday, October 11, 2005

capitulo 7

Capitulo 7


Aquella vez nos encontramos con el camello en un bar bastante pasado y hortera que había cerca de mi casa. El sitio había tenido cierto éxito en los ochenta, dicen que el equipo de fútbol local se reunía allí para montar bacanales con putas y drogas. Hasta que descubrieron que dueño del garito era fanático del equipo rival, y que cada vez que iban a una fiesta en el bar perdían el siguiente partido. De hecho, no ganaron ni un derbi en los seis años que estuvieron yendo a ese bar.

El tipo en cuestión se llamaba Julián. Era el sobrino del dueño, este era una especie de mafiosillo local al que le interesaba bastante más la especulación inmobiliaria que el mundo de la noche. Julián era el hombre con el culo mas grande que había visto en mi vida, tenía físico de mujer gorda, parecía una peonza y encima se estaba quedando calvo a los veinticinco. Era un cobarde embustero que pretendía dárselas de tipo encantador.

La vez que estuvimos allí fue porque había despedido a un amigo de César y no quería pagarle lo que le debía. César le había pedido por favor que pagara a su amigo y Julián le daba largas. Entonces César me pidió que fuera con él, en calidad de tío duro y que le diera unas cuantas collejas, la verdad es que yo estaba acojonado. Afortunadamente Julián lo estaba más que yo. Después de un buen par de cachetes, le pagó hasta el finiquito al amigo de César, que no tenía ni contrato.

El tío se iba a cagar nada mas verme, así que si sabía algo de César no dudaría en decírmelo.

Cuando llegué al bar, las puertas estaban cerradas, cosa bastante lógica teniendo en cuenta que cerraban a las seis de la mañana todos los días, y que ahora eran las dos de la tarde. Di un par de golpes en la puerta, por si alguien lo escuchaba. Nada. Debían de estar en la planta de abajo. Era el sitio donde se hacían los negocios. Busqué un timbre o algo parecido por la pared. Nada. Volví a dar un par de golpes en la puerta. Entonces, salió una señora mayor por el portal de al lado. Me acerqué.

- Disculpe señora, ¿sabe como puedo llamar al bar?

- ¿Es usted policía?- preguntó ella con una sonrisa.

- No, soy un amigo de Julián.

- ASÍ QUE VIENES A COMPRAR DROGAS, DESVIADO. SEGURO QUE TAMBIÉN ES UNO DE ESOS MARICONES.- dijo ella encolerizada.
- ¿Perdone?- no podía entender nada de lo que estaba pasando, ¿Qué era aquello? ¿Una broma? Era la segunda vieja que me decía lo mismo, sin venir a cuento, en la misma mañana.

Me dejó tan descolocado que no supe qué responder. Alguien se acercó a la puerta del local, tenía pinta de pijo facha versión madrileño, porque hay varias versiones regionales. Vi que metía la mano entre un seto. Sonó un timbre y unos segundos después se abrió la puerta. No pude ver quién la abría. El pijo entró y la puerta se cerró inmediatamente. Se oía algo de música, no pude distinguir lo que era. Entonces me acerqué a la puerta del garito, miré entre los setos y detrás de un par de vasos, unas cien colillas y unas cuantas jeringuillas, pude ver que había un timbre. Bien, pues llamé. La puerta se abrió como en las películas de miedo. ¡¡¡ PLOF!!! No había nadie al otro lado, o al menos que yo pudiera ver. Respiré hondo y entré. Todo estaba oscuro y sonaba algo de mala música comercial típica de esos bares. Delante de mí había una escalera que bajaba, al fondo había algo de luz. Emprendí la bajada. A los pocos segundos, la puerta se cerró detrás de mí con la misma fuerza con la que se había abierto. Mire hacía atrás y vi una sombra enorme. Me puso su descomunal zarpa sobre el hombro.

- Muévete- dijo la sombra con un acento extraño.

Entonces, bajé ralentizando el ritmo, me sentía ofendido. Ahora suena estúpido pero en vez de estar cagado, estaba ofendido. Creo que me había vuelto a meter en el papel de tipo duro.

Cuando llegamos abajo encontré a Julián sentado en una mesa haciendo cuentas con el pijo. Levantó la cabeza, me miró y sonrió, no parecía acojonado. Luego miró al tipo que iba detrás de mí, aproveché y lo miré también. Era una especie de monstruo de dos diez de alto y más o menos igual de ancho, debía ser de Europa del Este, tenía la nariz y varios dientes rotos. Dejé de estar ofendido en seguida.

- Andrei, ven aquí un momento- dijo Julián volviéndome a mirar.

La mole se puso en marcha, al pasar a mi lado me empujó un poco para apartarme lanzándome a dos metros contra una mesa. A cada paso suyo parecía que iba a hacer un agujero en el suelo.

- Andrei, explícale a nuestro amigo por qué hay que traer el dinero a tiempo.-

- Pero si todavía no te debo nada.- dijo el pijo levantándose de la silla y señalando a Julián de manera amenazante.

- Es una especie de señal, para que no te retrases en los pagos.

A estas alturas ya había conseguido aclarar mis ideas, ¿Qué coño hacia ya allí? ¿De verdad creía que me iba librar de André? Decidí largarme sin hacer mucho ruido. Me levante y me dirigí hacía la escalera.

-¿Dónde crees que vas tío duro?- me dijo Julián -¿Ya no eres tan valiente?

-¿Yo? Iba al baño.- dije siendo de lo más convincente.

-¿Qué es lo que quieres?

-Yo… verás… quería… estaba… buscando a César.

El hijo de puta no podía parar de reírse. Se reía con ganas. Entonces le dijo al pijo.

-Hoy estás de suerte. Voy a usar a este amigo mío como ejemplo.

Putos pijos siempre tienen suerte.

Tuesday, September 20, 2005

capitulo 6

Capitulo 6

Sin duda aquello era lo más parecido a un plan interesante que había tenido en los últimos… 25 años de mi vida. Pasar el día intentando descubrir de qué iba todo aquello. Era un juego interesante. Ojalá que solo hubiera sido un juego. En cualquier caso, me sentía motivado como no lo había estado desde hacía mucho tiempo.

Esto ya no iba sólo de encontrar a César, sino también de descubrir qué es lo que tenía yo que ver con aquel asunto, fuera lo que fuera. Entonces recordé que hace unos años trabajaba en una especie de heladería fashion en la calle Alberto Aguilera. Un día que estábamos cerrando entró un tipo enormemente musculado y probablemente enzarpado hasta las orejas, le dije que estaba cerrado, el tipo pasó de mí y se fue directamente a la caja a pedirle al encargado que le vendiera un puto helado. Éste amablemente le dijo que había cerrado la caja. El tipo se dio la vuelta y se fue como había venido, disparado y nervioso. Cuando el enzarpado estaba a la altura de la puerta, yo le dije a mi compañero “ha pasado de mi culo”, el tipo seguramente pensó que había dicho algo así como “es tonto del culo” (de hecho lo era). El caso es que se dio la vuelta y me pregunto, por supuesto manteniendo la misma actitud.
- ¿Qué has dicho?

Me dije a mi mismo “algún día te tenía que pasar”. Este pensamiento vino seguido de una sensación de humillación. Sentirse humillado es un coñazo, pierdes la dignidad y además nunca se te olvida. Quise evitarlo y le dije, un poco cagado.
- Nada, que… que has pasado de mí.

Al tipo no le debió de convencer la respuesta por que se paso diez minutos esperándome en la puerta, hasta que se dio cuenta de que podía pasarse horas y que yo no iba salir si él seguia allí.

Este capitulo me vino a la cabeza porque estaba convencido de que al día siguiente iba a venir a matarme. Era como “Crónica de una muerte anunciada”. La cuestión es que no me sentía nada asustado, de hecho me sentía excitado, esperaba a aquel tipo casi con impaciencia. Imaginé de todo, una de las fantasías más pasadas era que iba a aparecer con una recortada, o con un fusil de caza, o con el cetme que robó en la mili y me iba matar por decirle “Tonto del culo”. Recuerdo que fue un día increíble. Me sentía entre valiente y estúpido, pero esa sensación me gustaba. Le contaba la historia a todo el mundo. Unos se escandalizaban, otros se reían y al resto les importaba una mierda. En cualquier caso el tipo no apareció y aquello se convirtió en otra anécdota aburrida de mi aburrida vida.

Algo parecido sentía entonces, creo que era la sensación de saber que había alguien que no quería que yo descubriera lo que le había pasado a César. ¿Por qué no fui a la policía? Por tres sencillas razones. La primera es que César era un camello de medio pelo que supuestamente había pasado inadvertido para la policía, sobretodo por sus contactos con el mundillo del cine. Además, si no había desaparecido y estaba en otro asunto podía jodérselo, además de acabar fichado si lo encontraban. La segunda era que no habían pasado ni 24 horas de su desaparición y según tenía entendido, ese era el tiempo mínimo necesario para considerar a una persona desaparecida, sólo lo tenía entendido. Y la tercera y más importante porque me apetecía jugar a detectives por un día.

Así que este pasaba a ser mi primer caso como detective. No podía cobrar seis pavos la hora, pero podía imaginarme que los cuatrocientos euros de César eran el pago para que le sacara de aquel lió.

Pensé que la mejor forma de empezar a trabajar sería visitando los sitios que eran parada obligada de Cesar todos los días de la semana. Si, las apariencias engañaban una vez más. Cesar, que para cualquiera que no lo conociese podía parecer un gamberro descarriado, estúpido y sin futuro era el más abnegado y brillante empresario que jamás he conocido en mi vida. Aun sigo pensando que el hecho de que se vistiera así era pura estrategia comercial. Se acostase a la hora que se acostase, y esto significa alrededor de las ocho de la mañana todos los días. Siempre se levantaba antes de que cerraran los bancos para conseguir el cambio que necesitaba para vender pastillas por la noche en la discoteca de turno. Si tenia que hacer la compra pasaba por el supermercado, iba a casa y se hacia la comida antes de que llegara Irene, ya que si no le daba tiempo no le quedaba mas remedio que comer una de las pesadas comidas de nuestra compañera. Luego dormía una siesta de dos horas y dos minutos después de levantarse empezaban las llamadas. Tenía unas normas muy estrictas, nunca se metía nada a no ser que le invitaran, jamás compraba para consumo propio ni se metía su propia mercancía. Solo invitaba en ocasiones muy especiales y solo me hacía “precio de amigo” a mi. Nunca se metía con un cliente más de una vez y solo si era el cliente el que le invitaba. No hacia préstamos ni dejaba nada a deber. Y siempre pagaba los impuestos que le exigían los empresarios por vender drogas en sus locales, en caso de que estos le parecieran excesivos sabía a quien llamar para que le bajaran el precio. Y si tenía que romper algo lo rompía pero su lema siempre fue “amigos hasta en el infierno y allí sobretodo”. Nunca supe que es lo que quería hacer con su vida, pero puedo asegurar que tenía más futuro que la mayoría de los universitarios que he conocido en mi vida.

La cuestión era que en ese preciso momento debería de estar comiendo o durmiendo la siesta. Lo que me obliga improvisar desde el principio. Recuerdo que una vez me pidió que le hiciera de guardaespaldas para asustar al tipo que le pasaba que le pasaba pastillas. No era lejos y fue sobre esta hora.

Capitulo 5

Capitulo 5

Antes de irme a comer pensé en pasar por casa para ver si estaba alguno de mis compañeros para invitarlos. A veces me siento así de esplendido y generoso. Entonces caí en la cuenta de que no había conseguido contactar con César. Lo intenté llamar y nada, estaría follando. Aunque no suele apagar el móvil ni durmiendo, al fin y al cabo su “profesión” se mueve a través de llamadas de móviles y el suyo era una especie de teléfono de emergencia. Aunque a veces y sólo en ocasiones muy especiales César decidía apagar su móvil, o dármelo a mí para que le cogiera los recados. Sin duda significaba que estaba follando con una tía que le había costado conseguir. Solo entonces era capaz de descuidar su negocio un rato, eso sí, nunca por mucho rato, tampoco necesitaba mucho.

Ante la imposibilidad de poder contactar con César llegué a casa donde encontré a Irene y en cuando la vi se me quitaron las ganas de invitarla a comer. Estaba en la cocina haciendo algo para comer. Le encantaba cocinar cocidos y comidas pesadísimas, en enero está bien, pero en agosto es un suplicio. Nada más verme me dijo alegremente.

-Menos mal que has venido. Estoy haciendo una fabada y es una pena tener que congelarla entera.- lo que no entendía era por qué seguía cocinando cuando teníamos en el congelador la comida de los un últimos dos meses.

-Estoy buscando a César, ¿sabes si ha pasado por aquí?

-No, según parece se fue muy temprano.

-¿Lo has visto?

-No, pero hace diez minutos salió de su cuarto una chica, muy mona por cierto, demasiado alta para él. Me dijo que se había ido por la mañana temprano.

Quizás merezca la pena analizar toda la información que es capaz de dar Irene a la simple pregunta de ¿lo has visto? Me di la vuelta sin decirle nada y fui directo al cuarto de César. Cuando entré lo encontré todo revuelto, como lo suele tener él. Entonces pensé que había soñado todo lo que había pasado esa mañana, me sentía confuso y perdido. Recordé que había hecho una foto del cuarto. Fui directo a mi cuarto y lo encontré tal y como lo había dejado, destrozado. Mi cama seguía esparcida por toda la habitación. Me puse a buscar mi cámara. Finalmente la encontré junto al ordenador. La encendí y mire la última foto. Era del cuarto desordenado de César ¿Realmente había imaginado todo aquello? Entonces, casi por equivocación o por pura costumbre me puse a repasar el resto de las fotos que tenía en la memoria de la cámara. E inmediatamente después de ésta estaba la del cuarto de César ordenado. ¿Qué estaba pasando? ¿Acaso esa chica quería ocultarme algo haciéndome pensar que estaba loco? ¿Qué era lo que quería? Quizás podría encontrar alguna respuesta en la foto.

Encendí mi ordenador, enchufé la cámara y descargué las fotos. Luego busqué la del cuarto recogido y la amplié. No veía nada raro aparte del hecho de que estuviera recogido. La imprimí. Cogí el teléfono y llamé a César. Comunicaba. Con la copia impresa me fui al cuarto de César para ver qué había de raro. Había que reconocer que el cuarto estaba muy bien desordenado, tal y como lo hubiera hecho César. El suelo cubierto de ropa (no necesariamente usada), fotos y flyers por el suelo y la mesa, y lo más importante, la estantería de los discos intacta y ordenada. Si no fuera porque aún tenía la foto en la mano, hubiera dicho que era obra de César.

Pensé que sería alguna tía que se había follado la noche anterior y de la que no se acordaba por la mañana. Resignado, decidí dejar de imaginar misterios, asumí que era sólo causa de aburrimiento. Le eché un último vistazo a la foto y… ¿Qué era eso que había debajo de la cama? Me acerqué para comprobarlo. Ahora no había nada, pero en la foto había algo. Fui a comprobarlo en mi ordenador. Sin duda era ella, estaba escondida debajo de la cama. ¿Por qué se escondía de mí y no de Irene? Una persona racional lo hubiera hecho a la inversa seguro.

Desde ese momento tuve la sensación de que tenía algo que ver en todo eso ¿Qué era eso? ¿Por qué estaba buscando a César? Había pasado muchos días solo en casa ¿Por qué necesitaba encontrar a César? A partir de ese momento todo me parecía más raro que de costumbre.

Capitulo 4

Capitulo 4

Decidí volver a casa, al fin y al cabo no tenía nada que hacer y todavía era un poco pronto para comer. De camino podía pasar por el súper y comprar algo de comida, luego subiría a casa y vería la tele hasta que me entrara hambre, ¡todo un plan!

Entré en el supermercado, era un sitio realmente deprimente. ¿Quién fue el imbécil que decidió poner fluorescentes en las grandes superficies? Me paseé durante un rato por los pasillos sin tener muy claro qué me apetecía comer. Para un tipo como yo, estar en un supermercado con cuatrocientos euros en el bolsillo es una putada, cuando llevas cinco o diez euros es fácil, sabes que cualquier mierda está bien, pero con 400… no sé que coño coger, la decisión se hace más difícil. Entonces llegó la inspiración, con todo el día por delante me podía hacer una buena comida, de primero unos macarrones con bechamel de espinacas y de segundo la carne más cara del súper.

Cogí pasta, espinacas, harina y leche. Luego, cuando iba directo a la carnicería, de pronto veo que aquella señora tan desagradable de la oficina de correos entraba en el supermercado, ella no me vio y yo me escondí sutilmente detrás del estante de los envasados. Vi como entraba y se iba directa al estante de las oferta. Me fijé en lo que había delante de mí, en el estante de envasados: atún, caballa, calamares en su tinta, a la americana, mejillones, caviar,… caviar era perfecto. Me fijé en el precio, 7 euros.

Seguí observando a la vieja durante unos cinco minutos. Me fijé en que cuando pesaba la fruta para secar el ticket la levantaba o le quitaba una pieza. Después vi como hablaba con otra vieja, estaba lo suficientemente cerca como para oír que hablaban de una vecina que al parecer traía a muchas mujeres a su casa. La señora en cuestión decía que era lesbiana y que habría que echarla del edificio como fuera, la otra le decía que a la del segundo también, por puta. Entonces ya no pude más, esperé a que terminaran de hablar unos diez minutos, no podría decir la cantidad de barbaridades que tuve que oír, entre otras me dedico unos cinco minutos a mí. Por supuesto la historia fue debidamente adornada con agresión física y todo.

Cuando se quedo sola me acerqué. Nada más verme no me reconoció y se asustó un poco cuando le hablé.

- Muy buenas- le dije- quería disculparme por mi desagradable actitud en la oficina de correos.

Entonces su cara de sorpresa se tornó en autentico odio visceral.

-Mire usted, no le pienso aceptar ningunas disculpas por nada- cogió aire e inspiración – no me extraña que salgan todos maricones con esa educación que le dan.

La verdad es que me esperaba esa reacción.

- Muy bien, allá usted, ¿Qué quiere que le diga señora?

- Nada más a ser posible.

Entonces se dio la vuelta en redondo. Momento que aproveché para meterle la lata caviar en el bolso.

La estuve mirando un buen rato, esperando el momento perfecto. Entonces volvió a aparecer la señora de antes, y mientras aprovechaba para contarle que se había tropezado conmigo, yo me acerqué al tipo de seguridad, que tenían aspecto de que no haber podido terminar ni parvulitos, y le dije:

- He visto a esa señora meter algo en su bolso. Solo quería decírselo por que me he fijado que no se ha dado cuenta y si quiere que le diga la verdad, la forma en que lo ha hecho me ha parecido ofensiva incluso a mí.

El tipo me miró con cara de “este tío está colgado”.

-¿Está seguro? Mire que si no es verdad le meto un paquete-como si pudiera hacerlo, puto segurata.

- Créame. Lo he visto con mis propios ojos.

El tipo ni siquiera me miró a la cara, se dirigió enseguida a la vieja que seguía con su amiga.

- Señora ¿le importaría dejarme ver su bolso?

La vieja se quedo pálida. Luego se puso roja y le dijo:

- Por supuesto que no se lo dejo ver- miró a su amiga asintiendo con cara de digna y en busca de cómplice. La amiga solo miró al suelo.

- Señora, tengo la firme sospecha de que usted lleva algo en el bolso que no piensa pagar.

- Me está llamando ladrona. Creo que va a tener problemas ¡usted no sabe quién soy yo!

- Créame señora tampoco me importa mucho. ¿Me enseña su bolso por favor?

La vieja lo abre y se lo enseña sin ni siquiera mirarlo. El tipo mira, mete la mano y saca la lata de caviar. La vieja se queda blanca.

-¿Me acompaña un momento señora?- le dice el segurata.

La vieja intentaba resistirse, lo que solo hacía aquel espectáculo mucho mas bochornoso. El guardia de seguridad la cogió del brazo y ella intento zafarse pegándole con el bolso. Todo lo que tenía dentro cayó por el suelo. El guardia de seguridad pisó un pintalabios y resbaló llevándose a la vieja con él directamente al suelo. Ella le pidió ayuda a su amiga, quien sin dejar de mirar al suelo se alejó discretamente por detrás del estante de la pasta.
Sin duda ese era el momento de aparecer en escena para ofrecer mi ayuda sin rencores, sin duda la guinda del pastel de la humillación. Como me esperaba, nada más verme la señora gritó.

- Largo de aquí, marica.

Fin de la compasión, no pude evitar echar una carcajada. Fue una venganza deliciosa y perfecta para darle un poco de vida a aquel día y conversación a sus vecinas. Tenía que celebrarlo yéndome a comer por ahí.

Pero antes necesitaba compañía. Seguía sin saber nada de Cesar…

Capitulo 3

Capitulo 3

Llegué media hora tarde y César no estaba. Conociéndolo estoy seguro de que llegó tarde y como vio que no estaba pensó que me había ido. Ese tipo de cosas nos pasan constantemente, puede que sean las drogas. Entré en la oficina de correos. Había dos dependientes y cuatro personas más. Los dos dependientes estaban atendiendo a una señora mayor que se quejaba porque no estaba en casa cuando pasó el cartero y ahora tenía que ir a recoger el paquete. La señora no paraba de gritar que quería hablar con el encargado, y los empleados intentaban explicarle que el encargado había acabado su turno, pero que podía volver a la mañana siguiente si quería. Me acerqué un momento al dependiente y le dije:

-Disculpe, ¿ha visto por aquí un chico de unos 25 años muy delgado y con aspecto de… ehh… de “bacala”?- me quedé sorprendido de la descripción. Había miles de tipos así en la ciudad.

La señora se dio la vuelta y me dijo:

-¿Qué le pasa? ¿No ve que este hombre está ocupado?, menuda educación.

Miré a la señora, hacia abajo, podía llegarme por la cintura perfectamente, respire profundamente y me tome un momento para contestar.

-Es sólo un segundo

-Como si son diez. Si quiere hablar con él tendrá que hacer cola.- dijo la señora.

Volví la cabeza hacía la cola. Y un chico joven me hizo un gesto con la cabeza como queriéndome decir “por favor, ¿te importaría darle una patada en el culo a esa puta vieja pasa y librarnos de esta tortura?”. Estuve tentado de hacerlo, pero me limité a mirar al dependiente y a decirle.

-¿Y bien?- la verdad es que es ese tipo de cosas que o se dicen con tacto o pueden sonar muy mal. La vieja me había puesto de mala leche, así que seguramente sonó muy mal. Lo intenté arreglar endulzando la voz.- Debió de pasar en la ultima media hora.- creo que me pasé endulzando.

La vieja se giró y con una horrible cara de asco que sus incontables arrugas acentuaban más, me dijo.

-Vete a la cola, marica.

Lo que le dije luego me salió de dentro.

-¿Por qué no se ha muerto usted ya? ¿Es que no ha jodido suficiente al resto del mundo?-la vieja se quedó clavada.

Se oyeron unas cuantas risas en la cola. Miré al dependiente que miraba al techo, asumiendo que eso significaba que la vieja iba a estar media hora más en la oficina.

-Dime algo mas concreto sobre tu amigo- me dijo.

-Seguramente tenía cara de no haber dormido en toda la noche.

-Creo que estuvo aquí hará media hora. Vino, cogió algo que tenía en una caja de seguridad y se fue. Ahora si me permite voy a terminar de atender a esta señora.

-Suerte- le dije- suerte a todos- dije en alto- que tenga un buen día señora- le dedique a mi nueva amiga.

-Gilipollas- me dijo ella. Recuerdo que cuando salía de la oficina pensé que era la segunda vez que me lo llamaban aquel día y solo llevaba una hora despierto.

Así que César tenía una caja de seguridad en la oficina de correos, está bien saberlo. Muy bien, en cualquier caso siempre podía llamarle al móvil, aunque esto pierde su encanto. Siempre me hubiera gustado ser un detective a lo Philip Marlow o a lo Maigret, buscando pistas y siguiéndolas implacablemente. Las nuevas tecnologías sin duda limitan la imaginación. En cualquier caso tenía el móvil apagado, estaría en el metro.

Capitulo 2

Capitulo 2

Me levanté unas cuatro horas después. El sueño de los dinosaurios no había prosperado. Lo extraño es que no recuerdo el sueño que tuve, suelo acordarme siempre. Me levanté algo aturdido, no recordé lo que había pasado hasta que no vi como estaba mi cuarto. Lo cierto es que estaba más cabreado con mi madre que con César. En cualquier caso había perdido la mañana entera otra vez, así que tampoco iba a pagar hoy las facturas, ya que aunque los bancos no estaban cerrados yo necesitaba 2 horas para salir de casa. Es que siempre se me ocurren cosas que hacer justo antes de salir. Lo debo de haber heredado de mi madre. Ya he hablado dos veces de ella en el mismo párrafo, mi subconsciente me traiciona.

Así que el resto del día se presentaba lleno de posibilidades, solo necesitaba a César de mi parte. Me dirigí a su habitación, llamé a la puerta. Nadie contestaba. Mire el reloj, las 12:33 de la mañana. Entonces me pregunté ¿para qué llamo a la puerta si sé que no va contestarme? O está durmiendo o está con una tía. Así que me dije “voy a por mi cámara”. Me fui a mi cuarto y cogí la cámara digital que heredé de mi abuela, y que ella usaba para hacerle fotos a los desperfectos de sus pisos que nunca arreglaba, para poder quedarse con las fianzas de sus inquilinos.

Preparé la cámara, y como si fuera un cazador al acecho me acerqué lentamente a la puerta del cuarto de César. Me coloqué silenciosamente en posición. Y de un salto entré en el cuarto a la vez que apretaba el botón de la cámara apuntando hacia la cama. Todavía tengo la colección de fotos de las mujeres con las que se acostaba César. Luego miré el cuarto. Algo pasaba, algo muy extraño. El cuarto estaba recogido, yo diría que impecable. La cama hecha, la ropa en el armario, su mesa despejada y un sobre con mi nombre escrito a mano sobre la mesa. Cuando lo abrí encontré 400 euros y una nota que ponía “Alquiler de este mes”. Aquello sí que era extraño, él sólo pagaba 250 euros y además faltaban 6 días para el pago, y él solía tardar seis más en pagar. En cualquier caso el día había mejorado, tenía 400 euros en el bolsillo y absolutamente nada que hacer. Tenía que encontrar a César o me iba a aburrir mucho.

Encendí el móvil y enseguida llego un mensaje “Tío tengo un problema grave. Necesito tu ayuda, puede ser peligroso. 12:30 a.m. n oficina correos guzmán el bueno”, el mensaje fue enviado a las diez menos cuarto de la mañana. Ya llegaba diez minutos tarde, y ni siquiera me había duchado. Iba a tener que esperar un poco más, seguramente ya se lo imaginaba. Mientras me duchaba empecé a pensar que quizás César no estuviera de coña con el mensaje, no sé, tuve un mal presentimiento.

En salir de la ducha tardé segundos, en revolver mi cuarto para ver si encontraba algo medianamente limpio unos minutos. Vestirme y estar de camino 3 minutos más. 10 minutos en llegar.

Él ya no estaba allí…

Capitulo 1

Capitulo 1


8: 14 a.m.


“Dios, que ruido tan raro hace ese pequeño dinosaurio” pensé “pequeño dinosaurio, soy un pedante hasta pensando” recapacité luego. De repente el reptil empezó a cantar “Dame más gasolina, me gusta la gasolina”… fue entonces cuando me acordé que la noche anterior César había estado tocando mi móvil, no sabría decir cuándo… ni dónde. “¿Qué hice ayer por la noche?”. “Gasolina, gasolina” el dinosaurio se había puesto de pie y se acercaba haciendo todo tipo de gestos obscenos a ritmo de reaggueton, a ambos lados del animal aparecieron dos clones de mi madre con el pelo a lo afro, minifalda y bikini. Entonces oí un fuerte golpe y comprendí que estaba durmiendo, pero aquella horrible música no dejaba de sonar. Sin duda lo que sonaba era mi móvil. Todo tenía sentido. César tocando el móvil la noche anterior y esa desagradable forma de despertarme, ¡claro! Esto era en realidad un legítimo contraataque. La noche anterior yo le había metido el despertador dentro del colchón y lo había programado para que sonara a las diez de la mañana, dos horas después de acostarse. En cualquier caso ese horrible móvil seguía sonando y por la escasa creatividad de César podía imaginarme perfectamente dónde estaba. Arqueé la espalda levantando el culo del colchón todo lo que mi pobre condición física me permitía, luego me deje caer con fuerza sobre la cama. De alguna manera el golpe había hecho que aquel sonido infernal parara, me dispuse a seguir durmiendo y a intentar recuperar el sueño justo antes de que el dinosaurio empezara a cantar. Estaba soñando que los hombres y los dinosaurios vivíamos en paz y armonía. Me tapé hasta el cuello y entonces oí la penetrante voz de mi madre gritando histérica “CONTESTA GILIPOLLAS O TE JURO QUE…”. Me levanté de un salto, quité todas las sábanas de un tirón y empecé a buscar el agujero que había utilizado César para meter el móvil en el colchón mientras que oía a mi madre gritarme ese tipo de cosas que… bueno… una madre no debe decir, más que nada porque también le incumben a ella. El caso es que finalmente, desesperado, decidí abrir yo mismo una vía de entrada a las profundidades de mi colchón. Procedo a meter el brazo hasta el hombro y durante algo mas de quince segundos arraso las vísceras del colchón en busca del móvil sin dejar de oír a mi madre y diciendo algo así como “espera mamá” o más bien “que te calles coño”. Finalmente me hago con el móvil y cuando voy a contestar ya esta sonando el “pi, pi, pi…”. Miré hacia la cama y vi lo que acababa de hacer con ella. Me quedé pensado “¿Cuánto cuesta un colchón?” porque obviamente iba a tener que comprar uno nuevo.

Me dirigí a la habitación de César para felicitarle por la broma. Cuando iba abrir a su puerta (después de aquello, la cortesía estaba descartada) aquella especie de garrote vil en forma de ruido con pretensiones musicales volvió a sonar. Aunque sabía perfectamente quién era, me tomé un segundo para intentar descubrir de que iba la canción, mis conclusiones fueron demasiado escandalosas (y no quiero empezar con eso desde el primer capitulo).

La cuestión es que cogí el teléfono sabiendo perfectamente de lo que iba aquello. Lo primero que oigo es “llevo un rato llamándote”, entonces es cuando yo le digo que no encontraba el teléfono y ella me pregunta “¿Qué pasa, que estabas dormido?”. La respuesta más lógica sería algo como “¿Qué coño crees que hace alguien que sale de trabajar a cuatro de la madrugada a las ocho catorce de la mañana?”, pero conociéndola la respuesta con premio es: “Me levanté hace un rato y ahora estoy en la calle, buscando otro trabajo”, y luego está mi elección de ese día: “Vete a la mierda” sin duda la peor de todas. Por supuesto me colgó inmediatamente, eso significaba que ese mes mi madre iba a tener una crisis y me iba llamar todos los días para decirme que estaba muy deprimida por mi culpa, y que se sentía como una mala madre.

Sin duda lo que me pone más de mala leche es este tipo de conversaciones con mi madre. Después necesito siempre un buen rato para recuperarme, así que me di la vuelta y me fui a mi cuarto para echarme un rato, se me había olvidado lo de la cama. Finalmente decidí echarme un rato en el sofá. Como sabia que no iba a pasar mucho sin que me volviera a llamar mi madre apagué el móvil. Nada mas acostarme me quedé dormido.

Prologo

PROLOGO


“Algo que tengo que hacer, antes de salir de casa el día que todo esto pase, es asegurarme de coger esta libreta. Pero no puedo dejarme una nota que me recuerde donde tengo la libreta que he escrito para poder acordarme del plan, seria como dejar un camino de pistas fáciles. El perito lo iba a tener demasiado fácil para descubrir que el incendio no fue un accidente. Mierda, todo son problemas. ¿Y si llevo la libreta encima? Eso seria demasiado arriesgado, una gilipollez. ¡Ya se! Lo más lógico es quemarla en el incendio. Incluso podría usarla para encenderlo, podría ser una divertida paradoja… o una buena historia para mi compañero de celda si me cogen. En cualquier caso es absurdo, nunca quemaré mi casa, ni siquiera tengo seguro.”

Esto es lo que pensaba cuando salía de casa hacia la correduría de seguros. Allí todo fue muy fácil, se morían por vender seguros y yo ni siquiera sabia si podría pagarlo, suena absurdo, ¡POR QUE ES ABSURDO! Luego a trabajar en la misma mierda de siempre: camarero.

Hace un par de años que me cansé de decirle a todo el mundo que, en realidad, quería ser director de cine. De hecho decía que ya lo era y que ese trabajo era solo temporal “ya sabes, hasta que de el gran paso” o “estoy reuniendo para hacer una peli independiente, paso de esas mierdas de los productores” también tenía la de “ahora mismo estoy con una idea que se venderá muy bien,…. No puedo contártela por que aún se está gestando”. Dios sabe lo que era, un mentiroso o un iluso.

Me imagino que estaréis pensando “si este se hace un seguro de hogar es que tiene una casa, ¿y cómo un tío como este puede tener una casa?” bueno técnicamente no hace falta que la casa sea mía para poder hacerme un seguro de hogar. Aunque en este caso sí que lo es. La heredé de mi abuela. Era una loca hija de puta forrada de pasta que vivía de la renta de un buen montón de apartamentos que su marido, mi abuelo(al que nunca conocí), le dejó. El caso es que hace poco la vieja palmó y heredé un piso en el centro de Madrid que ni siquiera sabíamos que tenía. Desde entonces, adopté más o menos su misma filosofía de vida y vivo del alquiler de las habitaciones. También curro de camarero a tiempo parcial con lo que no me saco más de 500 euros al mes. Entre todo unos 1500 al mes, conociéndome es mas de lo que nunca pensé que podía llegar a ganar en mi vida, soy un tipo bastante patético.

De todas formas creo que no quemaré mi casa, podría venderla, creo que le sacaría más así. Quizás valga cien kilos. Podría hacer algo con ese dinero, o podría fundírmelo y volver a no ser nadie. Podría hacer una película, o podría ser realista, en caso de que esta fuera algo decente, no dejaría de ser una película española que no duraría ni un fin de semana. Y soy demasiado acojinado como para perder mi única garantía de vida. Además no se me ocurre nada que suponga trabajar menos, vivir mejor y que este al alcance de mi mano que esta casa.

Ahora os hablaré de mis compañeros de piso, y técnicamente inquilinos:

Está Irene, es de Pontevedra. Piensa que de alguna forma somos parientes y se siente un poco dueña de la casa por que mi abuela también era de Pontevedra, ningún parentesco, lo he investigado. Además la abuela propietaria de la casa no era esta. En cualquier caso a ella le gusta vivir esa fantasía y a mi no me importa, la exterioriza convirtiéndose en una especie de ama de casa. Irene es una chica… bueno, especial. Estudia educación infantil.

Luego esta Jorns, es noruego. Un gran tipo, vino de Erasmus hace un par de años y aquí sigue, creo que no habla español (y mi ingles ha mejorado mucho gracias a él)

Y finalmente César. Es mi compadre, mi autentico colega. Vive en casa desde el principio. Siempre congeniamos. Paga la menos que los demás, pero ese es nuestro pequeño secreto. Es un buen tipo, trabajaba conmigo en el restaurante, pero lo dejó cuando empezó ganar más pasta vendiendo coca y pastillas a sus colegas, y acabó siendo un camello cotizado y pasándole a la “gente del cine”. Siempre me anima a que siga con mi “carrera”. Hasta me lleva a las fiestas a las que le invitan y me presentaba como “una joya por descubrir”.

Lo único que realmente es capaz de joder esta adorable existencia es mi madre. Me llama todos los días para decirme que mi vida es una mierda y que debería hacer algo con… el resto no me lo sé, siempre cuelgo cuando llega a esa parte. Creo que en los últimos años lo único que me ha oído decir es “Dime”.

Con todo he de decir que me aburro bastante. Además estoy bastante Gordo y no echo un polvo desde hace más de un año. Definitivamente soy un tipo bastante patético.
Poniéndoos en precedentes me siento mucho más tranquilo para empezar a contar esta historia.

Monday, May 16, 2005

heaven is not in... the chinese restaurant.

“Malisco valiado flito”


Una chica joven esta sentada en un restaurante chino con gesto de impaciencia. De pronto aparece un chico corriendo, la abraza cariñosamente, le da un beso y se sienta enfrente de ella.

Ella:
Hola churri.

Él:
Hola mi vida.

Ella:
Te he echado de menos.

Él:
Yo también a ti también tontita.

Ella:
¿Por qué has llegado tarde gordito?

Él:
Había atasco mi ratita.

Ella:
(Con sonrisa falsa) Tu sabes que a esta hora no hay atasco... Querido.

Él:
Uy, mi amor eso a sonado muy formal, ¿no?

Ella:
(Con tono de enfado) Mira, pastelito,(mientras coge la servilleta y la retuerce entre sus manos) No empieces con las evasivas.

Él coge la carta y la mira con falso interés.

Él:
¿Por qué no lo olvidamos bebe?

Ella:
¡Porque no! y ya esta... bizcochito.

Él:
Muy bien, vale, pero te vas a enfadar... cosita.

Ella:
(forzando la voz para que parezca relajada) No te preocupes, ¿cómo me voy a enfadar con mi chico?

Él:
(murmurando) No sería la primera vez.

Ella:
(Gritando mientras rompe la servilleta en dos) ¡Que me lo digas!

Él:
Vale, vale,... estaba terminando de ver “Estudio, Estadio”

Ella:
Tú eres un...

En ese momento aparece un sonriente camarero chino.

Camarero:
¿Qué quielen comel?

El chico que sigue con la carta en la mano.

Él:
¿Le importa esperar un momento?

Camarero:
Clalo. (se va)

Él:
(A ella) Bueno mi bollito vamos a pedir ¿vale?

Ella:
De acuerdo.

Él:
¿sabes que podemos hacer? Vamos a pedir el uno por el otro, ¿qué te parece?

Ella:
Bueno Vale.

Levanta la mano llamando al camarero, este se acerca.

Ella:
(mirando a su novio) Tu vas a querer Ku- bak con gambas.

El camarero empieza a anotar.

Él:
Pero churri, sabes que no me gusta el marisco.

El camarero tacha lo que a escrito.

Ella:
(falsa) ¡ha sí! Se me había olvidado. Bueno déjame ver. (mirando la carta). Si, aquí lo tengo.(mirándolo fijamente con falsa sonrisa) Tu vas a querer pollo con bambú y setas chinas.

El camarero lo apunta.

Él:
Mi bebe, sabes que soy alérgico al pollo, al bambú y a las setas.

El camarero tacha.

Ella:
Uy, pense que como eran chinas...

Camarero:
¿Peldon?

Él:
No, no, es a mí. No pasa nada mi corazón, ya pido yo. ¿me trae ternera con Sha-Chan al Tie Ban.

Ella:
(ofendida) ¿Lo dices con segunda?

Él:
(desconcertado) ¿el que?

Ella:
Lo de ternera.

El camarero vuelve a tachar.

Él:
(Al camarero) usted no borre. (a ella) no te pongas así por nada mi bebe. Mira, te voy a pedir verduritas variadas salteadas ¿qué te parece?.

Ellas:
Insinúas que estoy gorda.

El camarero tacha con cara de enfado.

Él:
Bueno, pide lo que quieras.

Ella:
Yo voy a tomar marisco variado frito.

El camarero lo apunta muy rápido y se va corriendo. De pronto ella se da la vuelta y lo llama, él vuelve con gesto desilusionado tachando en su libretita.

Ella:
Me trae otra servilleta por favor.

El camarero se va con cara de enfado, y la pareja se queda mirándose en un incomodo silencio durante unos instantes.

Ella:
¿qué pasa?, ¿qué querías decirme?

Él:
(él se aclara la voz, duda un momento) eh..., bueno, como dijo el famoso psicólogo americano,... eh David,... Be... (rápidamente) Beckam, cuando en una pareja se acaba la conversación solo quedan dos soluciones, o dejarlo o poner los cuernos. Y yo no quiero...

Ella:
(empezando a llorar) ¿Me has vuelto a poner los cuernos?

Él:
No churri, no lo has entendido.

Ella:
(secándose las lagrimas y más calmado)¿Entonces es que me vas a dejar?

Él:
Eh, bueno... sí.

Ella:
(con una sonrisa) uf, menos mal. Bueno pues entonces nada, (se levanta) Adiós (y se va)

Él se queda sentado y alucinando. Se acerca el camarero y le pone un plato delante.

Camarero:
Malisco valiado flito pala el señol.

Él suspira.

Fin.




Antón Goenechea Caballos